miércoles, septiembre 20, 2006

MIS MACROS PULIDOS AL MICRO

Déjame contarte que duermes. Duermes y mis letras bajan de insomnio y deseos de conquistar. Es la conquista de una ciudad que podría dormir pero la llevo caminando dentro. Y te veo. Corroboro cada cierto espacio de tiempo si sigues donde te dejé. Tapada en verdes y azules, soñando mundos propios que traes cada cierto tiempo a conversas matutinas.
Y ¿sabías que suenas frágil? Una fragilidad llena de armaduras que juego a seguir. Donde cada fragmento de armadura que te conforma, es un reflejo de las propias que aún cargo o en algún momento opté por dejar en el camino.
Y me hace amarte como acogerte con la tranquilidad de lo posible. Porque antes que llegaras, había comenzado a creer en la realidad nuevamente –de esa que viví, luego huí con desastrosos resultados, retomé condicionada, encontré enamorada, rechacé asustada, acogí esperanzada y acepté destrozada-.
Al llegar, sin timbre ni invitación, instalado el sentimiento en cuestión, me envolvió con pánico y sin armadura. Te vi dormir con creación e historias, apelando a que podría ser cierto si había riesgo. Entonces, instalada fue nuevamente la realidad en mi vida. La realidad que quizás en cuanto a sentires trata, por primera vez opté y decidí invitar a mi mundo –el macro que se camufla de micro-.
Y pude seguir viendo cómo dormías. Quizás hasta a veces me convertí en parte de Morfeo para poder sostenerte sin que supieras. Porque viajabas en el inconciente para hacerte más conciente de la conciencia. Incluso a veces, te sorprendes de ti como algo desconocido de tu esencia, mientras yo me reconozco en la presencia de esa misma esencia y firmo nuevamente contrato con el tiempo; agradeciéndole que puede ser tangible un sueño que ni se atrevió a ser soñado.
¿Y lo merezco? Porque tanta perfección solo puede ser respuesta a lo imperfecto. La calma tras la tormenta como la tranquilidad antes que vuelva el mismo caos.
Te pregunto, ¿lo merezco?
Veo. Te veo. Nunca, desde que te conocí, dejé de mirarte. Los mismos ojos, diferente observar. Análisis consecutivo como consecuencia del anterior. Piezas que no calzan pero cada una es un entero por si mismo. Dos “mismas” que arman un nuevo entero compuesto por tres. Tres letras que generan mundo. Mundos que confluyen en estado de endeble entereza. Entereza que me autoinferí para calzar. Calzado perfecto porque llevas mi talla y yo la tuya. Tú casa donde en ti encontré hogar. Hogar que en mi presente es eterno pero bien conoce su condena de “ser puente”… siempre un paso para muchos necesario pero jamás un fin en si mismo. Y quizás la fuerza que hace que todo siga andando –no se porqué- haga que sea eterno (ojalá)… donde quizás con el dolor de tu alma algún día me mires sin mirarme y me corrobores que fue necesario pero no es la estación final.
Y puede que si como que no. Yo llevo certezas, las que dependen de mí. Tú llevas las propias como así también un mundo nuevo… es intenso. Intensidad.
Intensidad. Intensidad. Cómo la amo, cómo la cargo, cómo la extraño, cómo la conozco y desconozco. Cómo la recreo y regenero. La evado como la llamo. En tus cejas y caderas. En tus piernas y gemidos. En lo que te amo y temo. En lo que arriesgo y voy plasmando como imagen.
Miedo y paranoia. Amor y exquisitez. Delicia sin tortura. Perfección de letra y autoexigencia. Exigencia como modelo. Modelo como estructura. Estructura como armadura… ¿la mía o la tuya? La que siento propia como la que desconozco y me deslumbra bajo un techo que reconozco como nuevo y antiguo. El que atrapa mis sueños y nuevos anhelos –los mismos del ayer...-.
Y sigues durmiendo… sueñas esos sueños de los que quiero escuchar…
Voy a tu lado… te besaré y te abrazaré para creer que la ciudad sigue a mi lado. Cerraré los ojos para encontrarte en la oscuridad… y la creación de tu presencia en la ausencia de tu descanso, me dará el respiro que necesito para nuevamente….
Despertar.

viernes, septiembre 01, 2006

SESIÒN FOTOGRÀFICA B/N