viernes, junio 09, 2006

THE TRUE KAFKA STORY

Curioso.
Me pasó hace ya sus años y nunca había escrito del tema. Pero siempre se dan las oportunidades de hacerle frente a los extraños aconteciemitos.
En clase de Narrativo debía escribir una crónica sobre un hecho "límite". JA! Qué me han dicho... en esta vida media intensa a ratos, pude elegir una anécdota personal...
Entonces, decidí el tema: "El balazo".
Así que, he aquí la historia del suceso.

The true Kafka Story:
LO QUE NUNCA –CREEMOS- NOS PASARÁ
Hay ciertas situaciones que uno escucha, se asombra y luego olvida. Hay otras que quedan como anécdota para tertulias con amigos. Pero existen aquellas que son dignas de un libro de Kafka: poco interpretable, surrealista, a veces mágico, analítica… pero jamás se llega a un consenso interno cuando uno es el protagonista.

Amaya García Escobar

“Me dieron”, frase que siempre asocié a una película holywoodense.
La situación sería la siguiente: el protagonista se ve alcanzado por la bala, mira su mano –incrédulo de ver tanta sangre- y cae el suelo sin poder asimilarlo.
Yo no había ido al cine últimamente, por lo que no tengo muy claro porqué habré dicho eso. Quizás ahí fue donde aprendí a “tomarme con más humor”. No se. Lo que si se es que efectivamente, “me dieron”.
Era un viernes 21 de julio. Sol agradable de media tarde, esos que sorprenden en invierno y dan un toque de siesta a la hora de almuerzo. Ciudad Empresarial. Mi amiga Paloma trabajaba en Av. Del Valle en una agencia de publicidad. Almorzaríamos juntas, por lo que la pasé a buscar.
Nos bajamos en el sector de restaurantes, compramos cigarros, una bebida y cambié la clave de mi cuenta de ahorro ya que me habían entregado la tarjeta esa mañana.
Al subirnos nuevamente al auto, conversamos unos segundos antes de darle marcha al motor y bajar los pestillos. Veo por el espejo retrovisor una imagen de un hombre. Pensé, en milésimas de segundos, que podría ser un compañero de oficina de Paloma…
“Esto es un asalto chiquillas. Cierren pestillos, enciende el motor, no hagan caras extrañas, cambio de luces ni nada sospechoso y no les pasará nada”.
Dos horas y cuarto para no llegar a la oficina es como suficiente para caer en cuenta que falta alguien. Pero nadie en la oficina de Paloma notó su ausencia hasta que alguien llamó avisando que estaba en la Clínica las Nieves acompañándome tras haber sido asaltadas, secuestradas y yo, baleada.
El señor asaltante nos llevó por el camino que rodea el cementerio Parque de Santiago. El contexto era “kafkiano”. Revisó bolsos y carteras, nos sacó nuestros relojes y cayó en cuenta que entre las dos no hacíamos más de $2500.
Nos felicitaba por no hacerle escándalo, al contrario, se me soltó la lengua y no paré de hablarle durante todo el tiempo que estuvimos juntos. Al ver mi tarjeta decide ir a un banco para que sacara el dinero.
Vespucio norte, redbanc del Banco de Chile. Autos alrededor, cucas, gente paseando. Surrealista, no podíamos hacer nada. Me bajo a sacar el dinero mientras el señor asaltante se queda apuntando a Paloma. La tarjeta no estaba activada y sólo leo una y otra vez en la pantalla “operación no valida, contáctese con su ejecutivo”.
“Cagamos”, pienso. Me acerco al auto y les transmito la situación. Me subo al auto, le ofrezco un cheque abierto por 50 mil pesos al asaltante. Se niega. Quiere efectivo, tiene que mantener a su señora e hija de 1 año y medio. No tiene trabajo y se siente desesperado.
Luego de barajar múltiples alternativas, me hace llamar a mi madre. Ella no se caracteriza por ser lo que ahora se dice “ciber mamá”. Entiéndase por ello: contestar el celular, ver mensajes de texto, saber qué es MSN, etc. Pero en esta situación –gracias a algo superior- contestó.
-“Amayita, rapidito que estoy en una reunión”
-Callate y escucha. Estoy bien, estoy con un señor y necesito $200 lucas. No le avises a nadie, menos a los pacos, sino me matan.
-Ok, perfecto. ¿Pero estás bien?
-Si, bien. Te vuelvo a llamar en unos minutos para acordar el lugar de encuentro. Chao.
Mi mamá, la Patty, se levanta de su silla con 10 ojos sobre ella. Narra escuetamente que están asaltando a su hija y que necesita doscientas lucas. Al instante todos dejan su dinero en la mesa.
Llamadas iban al celular de Patty cada cierto rato. Instrucciones de dónde, cuándo y cómo nos juntaríamos asaltante, Paloma, Patty y la que escribe. Finalmente quedamos en una curva antes de bajar por La Pirámide, como si uno viniera del Saint George.
En la oficina de Patty no la dejaron ir sola. Ella caminaba a tomar la micro, dos compañeros de oficina la seguían atrás caminando y otros dos seguirían la micro en un auto.
Patty se baja de la micro, camina, cruza el puente. La vemos acercarse. Chaleco blanco, cartera, pantalones café. Le toco la bocina para que se acerque. En milésimas de segundos veo un auto rojo frente a mí, mi mamá a tres metros, del auto rojo se bajan dos carabineros apuntándonos, el asaltante me pone la pistola en la cabeza…
Sólo escuchamos explosiones, una tras otra. Garabatos iban y venían. Patty gritaba: “¡agáchense niñitas!”. Paloma me miraba y yo la miraba a ella: “¡la cagaron!”. Asaltante trataba de hacerse escuchar: “¡me rindo, me rindo!”
Veo sangre. Miro a Paloma, está bien. Miro al asaltante, sólo grita. Los pacos se acercan al auto –sin dejar de disparar pero esta vez sabiendo a quien querían atrapar-, me toco el pecho y veo sangre en mis manos. Cae una bala. Logramos con Paloma bajarnos de lo que ahora era un colador con más de 37 balazos. Abrazamos a mi mamá y digo: “¡¡Me dieron!!”. Paloma trata de calmar la situación apelando a que la sangre es de mi cara por los vidrios que explotaron en ella. Pero no, era un balazo en mi pecho.
No pasó nada grave. Podría haber sido peor. Siempre las cosas pueden ser peores (un poco consuelo de tontos). Pero lo cierto es que existió el factor suerte y el factor Kafka. Suerte, porque nadie murió. Kafka, porque estas cosas no le pasan a uno, sino al amigo del primo de un amigo que conoció a una chica que una vez… Y por supuesto, nadie dice “me dieron”, frase que hasta el día de hoy, me persigue. Y como me sigue sonando surrealista, aún me parece que le pasó a alguien más. No a mí. Porque a uno, no le pasan esas cosas.

5 Comments:

Blogger gatagaes said...

Buena!!!
Finalmente veo letras acerca de ese extraño suceso. Tienes mucho talento hermana!!!
Y me alegro de que nada te haya pasado, y sea sólo un anécdota que contar y una buena nota para la U.

6/09/2006 7:36 p. m.  
Blogger Francisca Escobar said...

WOW PRIMA

buenísimo verlo por escrito, escucharte relatarlo... todavía me parece increíble!

y la buenísima noticia de que no fue nada grave... suerte y kafka en realidad... pero qué alegría!

tqm!

6/11/2006 5:27 a. m.  
Blogger Jaime Ceresa® said...

Hermana? Erees hermana de la gatagaes...chucha..se me olvido hasta lo que iba a decir..jajajajja

La vida te da sorpresas.

Un beso.-

6/11/2006 3:08 p. m.  
Blogger Pilar Navarrete Michelini said...

Guachita!!! Me acuerdo tan bien cuando todos me comentaban que habías salido en la tele por esta historia kafkiana y en mi cabeza sólo decía: obvio que la Amaya tenía que salir viva de esta. ¡Pero claro! ¡Si eres como un gato, sacándole el jugo a sus siete vidas! Además, tenías que vivir para contarla, así como te queda para contar tanto más...
Va el mail por la juntación.


Cariños!!!

6/11/2006 4:34 p. m.  
Blogger Pilar Navarrete Michelini said...

Guachita!!! Me acuerdo tan bien cuando todos me comentaban que habías salido en la tele por esta historia kafkiana y en mi cabeza sólo decía: obvio que la Amaya tenía que salir viva de esta. ¡Pero claro! ¡Si eres como un gato, sacándole el jugo a sus siete vidas! Además, tenías que vivir para contarla, así como te queda para contar tanto más...
Va el mail por la junta.


Cariños!!!

6/12/2006 3:02 p. m.  

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